Manuel Chinchella, oriundo
de Nervi, Italia, era un italiano de costumbres antiguas. Robusto, de
gran fuerza muscular que había llegado a Argentina para mejorar su situación
económica. Vivió un tiempo en Olavarría, por eso se lo apodó "El
gaucho de Olavarría") y en ese momento vivía en La Boca y
trabajaba descargando carbón en el puerto.


El trato de su nueva
madre fue tierno sin escatimar en los abrazos mientras que el trato del padre
con el niño era un poco distante, de ruda ternura, pero cada tanto una caricia. Mientras
el padre trabajaba, la madre y el niño atendían la carbonería y hacían los
quehaceres domésticos.
Ese mismo año comenzó su
educación primaria en la escuela Berrutti de Australia al 1081, su maestra fue
Margarita Erlin quien le enseño los conocimientos elementales: leer, escribir y nociones de
matemáticas. Cursó hasta tercer grado, la situación económica no dio para más y debió trabajar con el padre.
Según Manuel los conocimientos adquiridos le permitían no ser estafado.
Entablo amistad con los
mellizos García, conocidos por pendencieros, pero inteligentes y capaces,
ayudaron a Benito en sus tareas y cuando supieron que abandonaba sus estudios
le enseñaron los conocimientos callejeros, a usar la honda, a tirar piedras con
puntería certera y a robar alambres de las cercas para usarlos en defensa
propia. En ese entonces se armaban peleas barriales, los de Barracas
(descendientes de españoles) contra los de La
Boca (italianos).
En 1904 la familia se
muda a la calle Magallanes 970, una zona donde era popular la militancia social
y la política parecía ser el camino para construir un futuro mejor. Nacían los
sindicatos, los gremios y los centros educativos. Benito comenzó a participar
de la campaña de Alfredo Palacios, candidato a diputado socialista. Aunque
era menor de edad lo que aprendió en esos años de trabajo lo inclinaban hacia
ese sector político. Colaboró repartiendo volantes y manifiestos izquierdistas
y pegando carteles. Esa elección la ganó Palacios y Benito aprendió a luchar
por lo que uno quiere, que la participación tiene su rédito.
Pero las cosas
empeorarían al año siguiente en la parte económica y su padre pensó que si
podía trabajar en política también lo podría hacer en el puerto. Su tarea era
subir barco por barco con una bolsa vacía, llenarla con carbón hasta la parada
de los compradores en los diques de Vuelta de Rocha. La paga era de cincuenta centavos cada veinticinco
bolsas y el agregado de
agudos dolores de espalda. Se destaco por su voluntad de hierro pese a su
contextura física, era flaco, menudo, huesudo pero con una voluntad de hierro.
Trabajaba desde las siete hasta las diecinueve horas. Lo apodaron "el
mosquito" por el contraste entre su físico y la velocidad del trabajo.
Había empezado a
dibujar inspirado en las escenas y colores que observó en el puerto, usaba
técnicas intuitivas dado que ignoraba los más elementales conocimientos de
dibujo, eran rudimentarios, torpes utilizando carbón y lienzos de madera como
elemento de trabajo que posteriormente eliminaba para evitar las bromas de sus
compañeros.
A los 14 iba a una
escuela nocturna de pintura en la
Sociedad Unión de La Boca, un centro cultural vecinal
donde se reunían estudiantes y obreros para conversar. En esa academia se
enseñaba casi de todo, desde música y canto, economía hogareña y otros cursos
prácticos, mientras de día trabajaba en la carbonería familiar. Su maestro fue
Alfredo Lazzari, pintor quien le dio sus primeros conocimientos técnicos sobre
el arte. Como práctica le daba excursiones a la Isla Maciel los
domingos por la tarde para entrenarse con el dibujo de las escena al natural.
Continuó hasta los 21 años con el curso. Con 17 años empieza en el
Conservatorio Pezzini Stiatessi, donde estudia hasta 1920. En esa academia
conoció a Juan de Dios Filiberto y otros colegas con quienes se
relacionaría durante toda su vida. Después del trabajo iba a alguna biblioteca
para intentar cubrir la carencia de educación formal.
De toda la literatura
que leyó la que más le impactó fue El
arte, del escritor Augusto Rodin, fue la que le despertó su vocación.
En ese texto Rodin dice que el arte debe ser sencillo y natural para el
artista, la obra que requiere esfuerzo no es personal ni valedera, conviene más
pintar el propio ambiente que "quemarse las pestañas persiguiendo motivos
ajenos", de esas enseñanzas Quinquela extrajó: "Pinta tu aldea y pintaras el
mundo", nunca se apartó
de este dicho.
Su aldea sería el barrio
de La Boca, sus vecinos y el
puerto. Asistió además a las tertulias que se realizaban en la peluquería de
Nuncio Nuciforo en Olavarría al 500, donde se conversaba de política, de
cultura, de técnicas pictóricas, se compartían lecturas y otros temas que les preocupaban.
En 1909 se enfermó
de tuberculosis, en esa época la enfermedad causaba muertes. Sus padres lo
mandaron a la casa del tío, en Villa Dolores, Córdoba para que se
cure con el aire serrano. Fueron seis meses de reposo que no solo le sirvieron
para curarse sino también para relacionarse con otro pintor, Walter de Navazio,
exponente de la pintura romántica que dibujaba los sauces y algarrobos que
adornaban el paisaje. Pero este ambiente le hizo reforzar su idea de retratar
solamente su propio mundo, el paisaje cordobés no lo inspiraba tanto como el
puerto.
De regreso a su hogar,
ya con la idea firme de continuar con su obra, montó un taller en los altos de
la carbonería, donde recibió la visita de Montero, Stagnaro y la de Juan
de Dios Filiberto que además fue modelo vivo. Más tarde además de
visitantes se convirtieron en inquilinos del lugar. Esta situación,
los óleos sobre el lugar, el constante paso de gente y las
discusiones hasta altas horas de la madrugada dejo sorprendidos a los
Chinchella. Además Benito usaba huesos humanos para estudiar su anatomía y se
difundió el rumor que en el taller habitaban los fantasmas de los
"dueños" de los esqueletos, se exageraba tanto que un día un amigo
llevo todos los restos óseos al cementerio. Todo esto no contaba con la
simpatía de Don Manuel, el padre, ni los fantasmas, ni los jóvenes, ni la
pintura y mucho menos que su hijo fuera un artista porque descuidaba su trabajo
en el puerto. Un día a raíz de las fuertes discusiones y a pesar de que su
madre lo apoyaba, Benito abandono el hogar familiar, aunque siguió trabajando
en el puerto para mantenerse le dedico más horas a la pintura debiendo
alimentarse de mate y galletas marineras.
Su vida fue a partir de
entonces muy parecida al vagabundeo, un tiempo vivió en la Isla Maciel donde se relacionó con ladrones y
malandras lo que no lo incomodó. Llegó a conocer una escuela de punguismo con
base en esa zona y le ofrecieron ser parte de ella, pero no le intereso la
idea.
Pintó muchas telas con
imágenes del lugar y aprendió mucho de los punguistas, que además del robo
disimulado tenían una serie de códigos de honor y hermandad que le interesó.
Todos estos saberes abrieron su mente e hicieron más rica su pintura.
Montó sus talleres en
distintos lugares, desde altillos hasta barcos (tuvo uno en el
"Hercules", un navío anclado en el cementerio de embarcaciones de
Vuelta de Rocha), sin embargo no duraría mucho con estas mudanzas, los ruegos
de su madre de que regresara porque no vivía tranquila más el consejo que le dio:
"Si no te gusta el carbón, búscate
un empleo del gobierno" lo hicieron retornar al hogar y conseguir un
empleo como ordenanza en la
Oficina de Muestras y Encomiendas
de la Aduana en la
Dársena Sur. Su nuevo
empleo consistía en limpiar ventanas y cebar mate lo que le dejaba tiempo
libre para pintar. Trabajó allí hasta que le solicitaron tareas de mensajero y traslado de caudales. Presentó su renuncia indeclinable
temeroso de lo que podía pasar si le robaban una encomienda, sabía mucho de
punguismo.
A los pocos meses, en el
año 1910, se presento en una exposición, una muestra de todos los alumnos del
taller de Lazzari en la Sociedad
Ligur de Socorro Mutuo de La Boca con motivo del veinticinco aniversario
de esta sociedad. Participaron Santiago Stagnaro, Arturo Maresca, Vicente
Vento y Leónidas Magnolo todos ellos principiantes y aficionados. Era el debut
de Quinquela que expuso cinco obras: el óleo Vista
de Venecia, dos dibujos realizados a pluma y dos paisajes confeccionados con
témpera, estas obras no se conservan actualmente excepto los dibujos en pluma.
Benito deseaba crecer y
sabía que debía mejorar su técnica para lograrlo, el maestro Pompeyo Boggio le
enseñó técnicas de dibujo natural. Junto a él estudiaron con Boggio, Adolfo
Bellocq, Guillermo Facio Hébecquer, José Arato y Abraham Vigo, todos ellos se
inspiraban en los problemas sociales del país según afirma el crítico Jorge
López Anaya. Formaron el denominado "Grupo
de los Cinco" o "Artistas del Pueblo". También escribieron artículos en el
diario La Montaña de Leopoldo
Lugones.
Ninguno de estos
pintores eran aceptados en el Salón Nacional, la principal galería que tenía la
ciudad y quedaban dando vueltas en galerías menores. A partir de una idea de no
se sabe quien crearon el Primer Salón de los Recusados dedicados a los artistas
no admitidos en el Salón Nacional. Esto funcionó en la avenida
Corrientes 655 en un local cedido por la
Cooperativa Artística. Allí
Benito expuso Quinta en la Isla Maciel y Rincón del Arroyo Maciel, obtuvo
críticas divididas, positiva del diario La Nación y negativa por
el diario La Prensa, lo significante es que La Prensa, mal o bien, se
había empezado a fijar en sus trabajos.
Se anotó como profesor
de Dibujo en la escuela Fray Justo Santa María de Oro, dependiente del Consejo
General de Educación. En horario vespertino los obreros adultos concurrían a
completar sus estudios secundarios. Quinquela les enseñaba los secretos del
dibujo ornamental con el fin de aplicar el arte a la industria. La idea
concebida junto al maestro Santiago Stagnaro era acercar el arte a la clase
obrera.
En el año 1919, después
de mucho tiempo de enviar sus obras al Salón Nacional de las Artes fue la
entrada de Quinquela al lugar que continuó con los cuadros Rincón del Riachuelo en 1919 y Escena del trabajo, premiado en 1920.
En 1921, ya con treinta
y un años, empezó una serie de viajes por el mundo que se extendieron por diez
años. Gran éxito en el exterior y dos cuadros fueron comprados por el Museo de Arte Moderno de Madrid, se le ofreció una condecoración por
ser el primer argentino que figuraba en el Museo de Arte Moderno, pero él se
negó por sentirse ante todo pintor de La
Boca y por no sentirse preparado
por su condición de artista de barrio y carbonero según sus propias palabras.
A su regreso, postergado
por más de un año, todo el país lo recibió con alegría. Trajo consigo el dinero
suficiente para comprar la casa que sus padres utilizaban de carbonería, era
alquilada y el negocio estaba en quiebra y así cerrarla. Ya los padres podían
descansar tranquilos porque su hijo se podía ocupar de su futuro. Benito
conservo su taller, pero volvió a vivir en la casa paterna, ahora propia y
retomó su ritmo de trabajo intensivo. Tenía que reunir material para presentar
una exposición en la Sociedad
Amigos del Arte de Buenos Aires.
Esta exposición contó
con la presencia del presidente Alvear que era también coleccionista de arte y
había sentido las opiniones de la prensa argentina y la española. Al conocer
personalmente a Quinquela se hicieron amigos. En esa exposición, realizada el 6
de noviembre de 1924, el Ministerio de Marina adquirió la obra Día de sol en el Riachuelo siendo
la primera en ingresar a un establecimiento militar argentino.
Su nuevo amigo, el
presidente Alvear le aconsejó exhibir las obras en París, en ese momento
considerada la Meca del arte. Allí empezó a planear su
segundo viaje a Europa, previamente encerrarse una temporada en su taller
para preparar las telas. Tuvo todo listo en noviembre de 1925 y se embarcó en
el vapor "Massilia", quince años más tarde este navío traería la Argentina a los intelectuales españoles
exiliados.
Antes de regresar a su
país natal, la cancillería francesa dio una cena en su homenaje, donde
concurrieron los personajes más selectos de la aristocracia local. Consistió en
un banquete cuyo cubierto costó 60 francos, valor que los amigos que
Quinquela había conocido durante su estadía no podían pagar, por lo tanto el
pintor organizó un segundo banquete a un costo de 6 francos por cubierto adonde
si asistieron todos los futuristas que el pintor no quería dejar de lado a
pesar de que los consideraba algo raros.
Otra vez de vuelta en el
país y en su casa se reunió con el presidente Alvear que le preguntó todos los
detalles del viaje y a pesar de su investidura cuando tenía ratos libre
visitaba su estudio sin reparos de sentarse en el suelo o mancharse con
pintura. Además siguió recibiendo la visita de todos sus colegas y artistas
varios.
Le faltaba
visitar Estados Unidos para completar la gira, lo hizo en 1927
viajando en el vapor American Legion. A su llegada conquisto el amor de una
mujer sin saber ni una palabra del inglés, ayudado por traductores y el
lenguaje de la pintura. Se trató de Georgette Blandi una escultora viuda
apasionada del arte y poseedora de un gran poder adquisitivo. Además fue su
madrina artística durante la gira, se ocupó de todo lo necesario para su exposición
en Nueva York que se llevó a cabo en la Anderson Galleries en marzo de 1928 con treinta óleos.
Antes de retornar se
despidió en Nueva York de sus nuevos conocidos y de Georgette, que ya había
atrapado su corazón a tal punto que en su testamento le dejo una suma de cien
mil dólares que por cuestiones burocráticas de Estados Unidos nunca pudo
cobrar. Además siempre la recordó como una mujer y artista de grandes
cualidades.
A su regreso lo estaba
esperando el presidente Alvear con otro agasajo realizado en la Sociedad Verdi de La
Boca al que asistieron
funcionarios y personalidades de la cultura.
Muchos viajes,
exposiciones y ventas, pero el tiempo pasaba y Justina, su madre, era muy
anciana ya y sufría durante sus ausencias y por tal motivo decidió regresar.
No se separó de ella
hasta que falleció en 1948, pero tampoco abandonó sus primeras amistades,.
En 1972, ya
anciano, y sin haber concurrido nunca a la
Universidad, solamente tenía aprobados los dos primeros grados del primario,
pero fue nombrado Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires.
Al regresar a La
Boca, comenzó a buscar la forma de ayudar a su vecindario, gente muy humilde
que apenas conocía lo que era el arte. El primer paso fue la creación del Instituto
Sanmartiniano cuyo primer
presidente, el doctor Pacífico Otero, reconoció que Quinquela era el principal
impulsor. Y el segundo proyecto nació de la necesidad de contar con una escuela
primaria que reemplazara a las actuales, ubicadas en inmuebles de alquiler con
escasas comodidades. Compró un terreno para construir una escuela para mil
niños repartidos en dieciocho aulas decoradas con murales de su creación
representando las diferentes profesiones y trabajos. Se chocó con un
contratiempo, el dueño del terreno quería cincuenta mil pesos, una cifra muy
elevada, pero que fue aceptada por Quinquela. El dueño de la propiedad, un
millonario, cuando vio iniciado el proyecto, se echo atrás y duplico el valor
de la operación. Después de duras negociaciones el valor bajo a los setenta mil
pesos y provocó que Benito se endeudara para cumplir su deseo. Otro
inconveniente fue que sus colegas decían que él no podía decorar una escuela
por no tener la técnica adecuada. Finalmente y previa firma de un documento que
lo responsabilizaba de los desastres que pudiera provocar su diseño, ya que de
arquitectura no tenía muchos conocimientos y era testarudo, en el frente del
establecimiento colocó un mascarón de proa considerado un adefesio por los
constructores y en el interior pintó dieciocho murales. El 19 de julio de 1936 se inauguró
la escuela en Pedro de Mendoza 1835 con
una fiesta popular, la presencia de los bomberos voluntarios de la zona, los de Avellaneda y San
Fernando, varias Sociedades de Fomento, boy scouts y la Sociedad Colombófila que soltó diez mil palomas. El padrino
fue el entonces presidente Agustín P. Justo y fue bendecida por el
cardenal Copello. La escuela fue bautizada con el nombre de Pedro de
Mendoza, Consejo Escolar Número 4. Él se negó a darle su nombre, pero se la
conoce como "la escuela de Quinquela".
El Jardín de Infantes
Nro 6 (hoy Jardín Maternal Quinquela Martín, en la calle Pedro de Mendoza
1803), el Lactario Municipal Nº4 y la
Escuela de Artes Gráficas fueron
donadas por Quinquela. Con el último edificio tuvo inconvenientes con la
donación por procesos burocráticos en el gobierno que duraron un año. Cuando se
trató el proyecto en el Congreso, el diputado Poblet Videla propuso darle el
nombre del pintor pero él estaba presente en la sala en un palco y grito que
eso no era posible porque no se había muerto. Ante la insistencia del pintor
que no atendía las indicaciones de un policía que pedía silencio el diputado
retiró su moción.
De Diputados paso a
Senadores y de allí al Poder Ejecutivo, que lo derivo al Ministerio de
Obras Públicas y éste a la
Dirección General de
Arquitectura. Cada instancia con su papeleo y tiempo perdido. El proceso
terminó con un decreto en 1944 de Edelmiro Farrel que dio comienzo
inmediato a las obras, pero un empleado público acusó al pintor de querer
publicitarse y vender más caros sus cuadros y por eso usaba patrimonio público
y logró que el presidente diera marcha atrás con su decreto. Quinquela solicitó
la mediación de Perón, coronel en ese entonces, que lo apoyo en su idea.
La construcción empezó en 1947, con Perón en la presidencia, con un atraso de
siete años. Actualmente funciona como Escuela de Artes Colegio Industrial
llamada en ese momento Armada Argentina.
Luego de varios años se
cambio el nombre y paso a ser Esc. Tecnica nº 31 "Maestro Quinquela"
donde, actualmente funciona en el turno de la noche un curso de fotografía
gratuito.
En forma paralela a esta
obra, mientras continuaba pintando y siendo parte de la Comisión Directiva del Círculo de Bellas Artes, comenzó a
proyectar un hospital, también en la década del 40, proyecto aprobado por el
Concejo Deliberante en 1941, revocado por la intendencia en 1943 porque en esa
zona funciona el hospital Argerich y provocó que en vez de hospital
sea lactario que sí hacía falta. El 4 de octubre de 1947 abrió sus puertas el
Lactario Municipal Nro 4 con otro festejo popular. Sin embargo el hecho de que
en vez de hospital sea lactario provocó que la emoción no sea completa para
Quinquela.
El Jardín de Infantes
Nro 61 fue la última donación del pintor, ubicado en la calle La Madrid 648, inaugurado en terrenos donados
por el pintor en el año 1948.
El Museo de Mascarones
de Proa, murales para varias instituciones fueron donaciones menores realizadas
por Quinquela. Conversando con su amigo Andrés Muñóz, además fue su biógrafo,
Quinquela explicó que las donaciones respondieron a un impulso sentimental de
pertenencia al barrio, que toda la obra está realizada dentro de él y no le
sería posible vivir fuera de La
Boca.
El Instituto
Odontológico Infantil construido en otro terreno donados por él se inauguró en
1959 en la calle Pedro de Mendoza 1797 brindando asistencia a 800 niños
diariamente y aún funciona como Hospital Municipal de Odontología don Benito
Quinquela Martín a pesar de que en sus inicios el pintor se negó a que lleve su
nombre.
La última obra de
solidaridad de Quinquela fue el Teatro de la Ribera, en Pedro de Mendoza
1821, cuya construcción se inició en 1966 dentro de uno de los terrenos donados
por el pintor, actualmente es parte del Complejo Teatral Enrique Santos
Discépolo.
En 1950 un grupo
de vecinos, entre los que se encontraba el pintor boquense Benito Quinquela
Martín, decidieron recuperar una vía de tren abandonada. En 1959, a iniciativa de Quinquela Martín, el
gobierno municipal construyó allí una calle museo, con el nombre que le había
puesto el tango, "Caminito".
Pero tenía la vitalidad
suficiente como para casarse por primera vez a los 84 años con su secretaria de
toda la vida, Alejandrina Marta Cerruti. La boda se llevo a
cabo el 15 de marzo de 1974 siendo testigo el director del Museo de Bellas
Artes de Artistas Argentinos "Benito Quinquela Martín", Guillermo
de la Canal. Su esposa fue la única heredera.
El martes 28 de enero de
1977 falleció en la habitación 107 del Instituto del Diagnóstico a causa de una
complicación cardíaca. Sus restos fueron velados en su casa y estudio de toda
la vida y lo enterraron en un ataúd fabricado por él años antes,
porque decía "que quien vivió rodeado de color no puede ser enterrado en
una caja lisa". Sobre la madera que conformaba el ataúd estaba pintado una
escena del puerto de La Boca.
Conocemos las obras de
este gran artista, pero muy por encima su vida y se darán cuenta la enorme
solidaridad de este hombre para con su barrio, "La Boca" y la enorme
humildad que poseía. A 38 años de su desaparición física un pequeño homenaje.
Escuché su programa el martes y soy seguidora de la página. No conocía la historia de Quinquela como usted bien dice, se conocen sus obras y no su historia y ahora la veo aquí. Muy buena idea poner lo tratado en el programa, la felicito por su trabajo.
ResponderEliminarAna María
Encontre esta pagina por casualidad... y me encanta.. Mi abuelo era pintor de cuadros cuando podia.. sino de barcos y casas... vivia en Avellaneda pero La Boca era su segundo hogar.. cuando era muy pequeña me presento a Quinquela en un bar de La Boca.. lo recuerdo como un señor muy amable.. que reia mucho cuando los papagayos que habia en el lugar bajaban para comerse los terroncitos de azucar que los parroquianos les dejaban en el fondo de las tazas de cafe.. Muchas gracias por regalarnos la vida no solo de Quinquela.. sino por hacerme recordar un momento muy feliz de mi infancia.. las caminatas con mi abuelo por La Boca.. por el Puerto.. o tambien por lo que hoy es Puerto Madero.
ResponderEliminarSaludos Silvia
Silvia, primero gracias por visitar mi página que cada artículo es pensado y es un lugarcito que amo sinceramente. Te invito a escuchar por internet el programa que tengo los martes de 17 a 18hs. www.malvinas-fm.com.ar o bien un clic en la radio roja que baila.
ResponderEliminarQue hermoso aporte has hecho lástima que no estabas en la audiencia el martes que fue el tema del programa. Como dije, de Quinquela se sabe su obra, pero detrás había una excelente persona.
Me alegro que hayas vuelto a esa parte linda de tu infancia y de alguna manera tomado la mano de tu abuelo y recorrer una época.
¡Gracias nuevamente!
Hola Mimi, la historia de Don Quinquela es hermosa. Ha sido un gran artista y se lo recordara siempre como a todos los grandes.
ResponderEliminarDebiera conocerse mas sobre su vida y obra.
Gracias por acercarnos a el.
Besitos
Ana Maria