En una tarde fría y luminosa me encuentro con las hermanas Varela, Dora y Juana y el cuñado de una de ellas, Mario Caturini, para hablar de Don José Varela Pérez, su padre.
Nació en Santa María de Arzúa, La Coruña (España) el 11 de noviembre de 1882, profesión jornalero. Cuando llegó de España entró a trabajar en la cervecería Biecker por un amigo que lo presentó.
Se casó con Elena Bernarda Ávila y tuvieron diez hijos: Leonardo, Juan José, uno fallecido al nacer, Omar, María, Florentina, Reinaldo, Inés, Graciela, Juana (81 años) y Dora (79 años).
Trabajó en el cementerio de Monte Grande, durante 33 años y se retira del mismo en el año 1951. Dos años después fallece.
En su trabajo era todo, administrador, encargado, sepulturero, todo, y por raro que parezca, lo hacía con pasión.
Por la tarde se cerraban las puertas del cementerio, lugar mucho más reducido que en la actualidad, la familia vivía a una cuadra de allí (hoy esa parte integra el cementerio), pero muchas veces regresaba con sus hijas por la noche porque según cuentan ellas, encendían velas y él eso no lo permitía.
Por esos años los féretros se trasladaban a caballo y tenían su ritual, si llevaban 6 animales era alguien adinerado, ya que era lo más costoso, 4 y 2 caballos, costos más bajos, si el difunto era soltero las riendas del carruaje eran blancas, si era casado riendas negras. Las berlinas llevaban a los deudos. Sus hijas ayudaban en el trabajo, limpiando los bronces, los mármoles, poniendo plantas. La cochería era la que aún existe “De Lorenzi”.
Teniendo ya cuatro hijos fallecidos siendo chicos, Don José compró un lugar por 99 años para que descansaran allí sus restos a la cabecera de sus hijos ya difuntos cuando le llegara el momento.
Le gustaba colocar plantines de temporada en especial en los canteros y el monumento a la Madre, con sus predilectas, los Pensamientos.
Las sepulturas tenían una profundidad de 2 mts. siempre hechas por su padre que bien podían entrar hasta 4 cajones. Como ya dije, a Don José no le costaba su trabajo, por el contrario, le gustaba.
Al sentarme en ese comedor, Dora y Juana me dijeron que quizás mucho ellas no recordaban sin embargo fue empezar a recorrer fotografías, que las anécdotas brotaban. Esas señoras y Mario, dejaron el hoy y se trasladaron a ese ayer que indudablemente los hizo felices porque entre risas y recuerdos pudimos tener esa vida pasada por unas horas, en esa tardecita de invierno.
Don José Varela Pérez, perdura en el recuerdo de muchos vecinos como pude comprobar haciendo algunas preguntas en días posteriores, “buen hombre” fue la frase más usada.
Hoy les dejo la historia de este señor de quien tanto orgullo sienten sus hijas y bien merecido tiene ser difundido un poco más y hasta por qué no pensar en que el día de mañana una calle echeverriana se engalane con su nombre.
10//2009
Se casó con Elena Bernarda Ávila y tuvieron diez hijos: Leonardo, Juan José, uno fallecido al nacer, Omar, María, Florentina, Reinaldo, Inés, Graciela, Juana (81 años) y Dora (79 años).
Trabajó en el cementerio de Monte Grande, durante 33 años y se retira del mismo en el año 1951. Dos años después fallece.
En su trabajo era todo, administrador, encargado, sepulturero, todo, y por raro que parezca, lo hacía con pasión.
Por la tarde se cerraban las puertas del cementerio, lugar mucho más reducido que en la actualidad, la familia vivía a una cuadra de allí (hoy esa parte integra el cementerio), pero muchas veces regresaba con sus hijas por la noche porque según cuentan ellas, encendían velas y él eso no lo permitía.
Por esos años los féretros se trasladaban a caballo y tenían su ritual, si llevaban 6 animales era alguien adinerado, ya que era lo más costoso, 4 y 2 caballos, costos más bajos, si el difunto era soltero las riendas del carruaje eran blancas, si era casado riendas negras. Las berlinas llevaban a los deudos. Sus hijas ayudaban en el trabajo, limpiando los bronces, los mármoles, poniendo plantas. La cochería era la que aún existe “De Lorenzi”.
Teniendo ya cuatro hijos fallecidos siendo chicos, Don José compró un lugar por 99 años para que descansaran allí sus restos a la cabecera de sus hijos ya difuntos cuando le llegara el momento.
Le gustaba colocar plantines de temporada en especial en los canteros y el monumento a la Madre, con sus predilectas, los Pensamientos.
Las sepulturas tenían una profundidad de 2 mts. siempre hechas por su padre que bien podían entrar hasta 4 cajones. Como ya dije, a Don José no le costaba su trabajo, por el contrario, le gustaba.
Al sentarme en ese comedor, Dora y Juana me dijeron que quizás mucho ellas no recordaban sin embargo fue empezar a recorrer fotografías, que las anécdotas brotaban. Esas señoras y Mario, dejaron el hoy y se trasladaron a ese ayer que indudablemente los hizo felices porque entre risas y recuerdos pudimos tener esa vida pasada por unas horas, en esa tardecita de invierno.
Don José Varela Pérez, perdura en el recuerdo de muchos vecinos como pude comprobar haciendo algunas preguntas en días posteriores, “buen hombre” fue la frase más usada.
Hoy les dejo la historia de este señor de quien tanto orgullo sienten sus hijas y bien merecido tiene ser difundido un poco más y hasta por qué no pensar en que el día de mañana una calle echeverriana se engalane con su nombre.
10//2009
que lindo mimi ver a mi tio a juana a dora me emociono.
ResponderEliminarLiliana lilianaylauti@hotmail.com