La
Batalla de San Lorenzo 3 de Febrero de 1813
"Por
la tarde del quinto día llegamos a la posta de San Lorenzo, distante como dos
leguas del convento del mismo nombre, construido sobre las riberas del Paraná,
que allí son prodigiosamente altas y empinadas... ...No habían corrido muchas
horas cuando desperté de mi profundo sueño a causa del tropel de caballos,
ruido de sables y rudas voces de mando a inmediaciones de la posta.
El coronel
(por San Martín, a quién había conocido en Buenos Aires en la casa de
Escalada), me informó que el Gobierno tenía noticias seguras de que los marinos
españoles intentarían desembarcar esa misma mañana, para saquear el país
circunvecino y especialmente el convento de San Lorenzo. Agregó que para
impedirlo había sido destacado con ciento cincuenta Granaderos a caballo de su
Regimiento; que había venido (de noche principalmente para no ser observado) en
tres noches desde Buenos Aires. Dijo estar seguro de que los marinos no
conocían su proximidad y que dentro de pocas horas esperaba entrar en contacto
con ellos. ...No tuve dificultad en persuadir al coronel de que me permitiera
acompañarlo hasta el convento... Justo antes de despuntar la aurora, por una
tranquera en el lado del fondo de la construcción, llegamos al convento de San
Lorenzo... Por el portón de entrada al patio y claustros, se hicieron los
preparativos para la obra de muerte. Por este portón San Martín silenciosamente
hizo desfilar sus hombres y una vez que hizo entrar los dos escuadrones en el
cuadrado, me recordaron, cuando las primeras luces de la mañana apenas se
proyectaban en los claustros sombríos que los protegían, la banda de griegos
encerrados en el interior de caballo de madera tan fatal para los destinos de
Troya... ...El coronel San Martín acompañado por dos o tres oficiales y por mí,
ascendió al campanario del convento y con ayuda de un anteojo trató de darse
cuenta de la fuerza y movimientos del enemigo..., y tan pronto aclaró el día..
Pudimos contar claramente alrededor de trescientos veinte marinos y marineros
desembarcando al pie de la barranca y preparándose a subir a la larga y
tortuosa senda, única comunicación entre el convento y el río. Era evidente,
por el descuido con que el enemigo ascendía el camino, que estaba desprevenido
de los preparativos hechos para recibirlo, pero San Martín y sus oficiales
descendieron de la torrecilla y después de preparar todo para el choque,
tomaron sus respectivos puestos en el patio de abajo. Los hombres fueron
sacados del cuadrángulo, enteramente inapercibidos, cada escuadrón detrás de
una de las alas del edificio. San Martín volvió a subir al campanario y
deteniéndose apenas un momento volvió a bajar corriendo, luego de decirme:
"Ahora, en dos minutos, estaremos sobre ellos, sable en mano". Fue un
momento de intensa ansiedad para mí. San Martín había ordenado a sus hombres no
disparar un sólo tiro. El enemigo aparecía a mis pies seguramente a no más de
cien yardas. Su bandera flameaba alegremente, sus tambores y pitos tocaban
marcha redoblada, cuando en un instante y a toda brida, los dos escuadrones,
desembocaron por atrás del convento y flanqueando al enemigo por las dos alas,
comenzaron con sus lucientes sables la matanza que fue instantánea y espantosa.
Las tropas de San Martín, recibieron una descarga solamente, pero desatinada,
del enemigo. Todo lo demás fue derrota, estrago y espanto entre aquel
desdichado cuerpo... La carga de los dos escuadrones instantáneamente rompió
las filas enemigas y desde aquel momento los fulgurantes sables hicieron su
obra de muerte tan rápidamente, que en un cuarto de hora el terreno estaba
cubierto de muertos y heridos. Un grupito de españoles había huido hasta el
borde de la barranca; y allí, viéndose perseguidos por una docena de granaderos
de San Martín, se precipitaron barranca abajo y fueron aplastados en la
caída... En vez de rendirse como prisioneros de guerra, dieron el horrible
salto que los llevó al otro mundo... ...De todos los que desembarcaron
volvieron a sus barcos apenas cincuenta. Los demás fueron muertos o heridos,
mientras San Martín solamente perdió, en el encuentro, ocho de sus hombres. ...
Esta batalla (si batalla puede llamarse) fue, en sus consecuencias, de gran
provecho para todos los que tenían relaciones con el Paraguay, pues los marinos
se alejaron del río Paraná y jamás pudieron penetrar después en son de
hostilidades."
J.P.
y G.P. Robertson, "Cartas..." cit., t. II, p. 144 Cartas de Sudamérica 1843

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